El gazpacho manchego es uno de los platos más destacados de la gastronomía tradicional de Castilla-La Mancha. Su sabor, combinación de ingredientes y aspecto son remarcables. Además, lleva elaborándose desde hace mucho tiempo siendo uno de los platos preferidos para quien visita la región manchega.
Orígenes del gazpacho manchego
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Para conocer el plato en detalle, tienes que saber sus orígenes. La elaboración surgió en un entorno pastoril, dados los ingredientes que se utilizan, en su mayoría humildes. Por ejemplo, la carne, en principio de caza, o el pan están presentes incluso en la actualidad. Y no es una casualidad que se utilizaran en el pasado, pues son los que más a mano tenían las personas que vivían en las actuales provincias de La Mancha y algunas zonas cercanas de Murcia y la Comunidad Valenciana.
En cuando a su nombre, el origen es común a otros gazpachos, que proviene de las gachas medievales. Estas se fueron diversificando con el tiempo y dieron pie a numerosas elaboraciones que siempre tienen algunos elementos comunes. Es el caso del uso de hortalizas majadas o picadas y aceite de oliva, así como el entorno humilde donde se comían.
Asimismo, el gazpacho manchego también se denomina galianos, al menos así aparece en la célebre novela El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha. Por tanto, se trata de un plato con una larga tradición y cuya popularidad se ha mantenido hasta el presente.
¿Cuál es su elaboración?
De hecho, para elaborar el plato de gazpacho manchego, necesitas unos pocos ingredientes para cuatro personas: medio conejo de campo, dos muslos de pollo, 200 gramos de tortas cenceñas, medio pimiento rojo, un pimiento verde, una cebolla, dos dientes de ajo, salsa de tomate al gusto, 100 mililitros de vino blanco, perejil, laurel, pimentón dulce, pimienta, aceite de oliva y, cómo no, sal.
En cuanto a la elaboración, entre la preparación de los ingredientes y su cocción tardarás una hora y cuarto en completar el plato, pero merecerá la pena. Ten en cuenta que lo puedes disfrutar como entrante o principal, ya que cada ración aporta unas 420 calorías.
Para prepararlo, empieza por elaborar un caldo con el medio conejo y los muslos de pollo. Colócalos en una olla y dóralos, para añadir un par de dientes de ajo y un chorrito de aceite de oliva.
Cuando la carne esté sellada y aparezca el color dorado, cúbrela con agua, agrega el laurel y cierra la olla. Tras media hora, los ingredientes estarán en su punto.
Mientras el caldo se va preparando, corta los pimientos y la cebolla en brunoise, échalos en un sartén y póchalos a fuego medio-bajo.
Luego, maja en un mortero un diente de ajo, el perejil, la sal y el vino blanco, que debes añadir a la cebolla cuando se vuelva transparente.
Deja rehogar durante cinco minutos para que el vino se evapore, integra la salsa de tomate, el pimentón y la pimienta. Con otros cinco minutos a fuego medio-bajo estará listo.
Ahora hay que volver con la carne de la olla, que podrás desmenuzar con facilidad. El caldo tienes que colarlo y reservarlo para, más tarde, añadirlo al guiso.
Añade la carne al sofrito, para rehogar y agregar el caldo. Pon el fuego en medio y deja que los ingredientes se vayan combinando durante unos minutos. El punto final consiste en incorporar las tortas mediante movimientos envolventes y el plato estará listo para servir.
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